El estado de derechos de las personas cada vez más en retroceso a favor del Estado, de las oligarquías; la precariedad en el trabajo con independencia de la crisis, o las crisis que azotan a los trabajadores cuando el capital tropieza, pero que no les beneficia cuando le marcha bien; la indefensión laboral consecuencia de la sumisión del mundo político y sindical, a los intereses del mundo del dinero.., es la consecuencia de la renuncia diaria de las personas a defender su situación, sus derechos, su dignidad, a conformarse con lo que se les da, con lo que sobra, con lo que queda después de que los parásitos y zánganos de infinidad de colores, matices y banderas sacien sus panzas…
Las renuncias son la clave de la sumisión y el esclavismo
Asi, las cosas van como van. No se defiende el puesto de trabajo, ni se le exige al empresariado, ni al capital, por el contrario se les deja hacer, y se está a la espera de las decisiones de los burócratas políticos y sindicales, para que al final, algunos se salven sólo por un tiempo de las listas del paro...
Se vive a la espera de la subvención, no en la exigencia de un puesto de trabajo, del derecho a vivir dignamente.
Y mientras, las divisiones a veces inciertas de izquierda i derecha, de banderas, azules, amarillas, rojas o negras, de partidos, crean el marco de intereses adecuados, las estrategias de dispersión, las coartadas para unos y otros, que perpetúan el actual estado de cosas.
Después viene el espectáculo, los espectáculos, el pan y circo de todo los mundos desde la Grecia antigua, quizás antes, hasta la modernidad. Enormes concentraciones humanas, de miles, de millones de personas que se movilizan por lo simple, lo banal, lo prescindible, pero raramente por lo esencial, lo justo, lo necesario, lo conveniente para los pueblos y las personas.
Democráticamente se justifica, el pueblo tiene derecho a la dejación de sus deberes, a la vulneración de sus derechos, a mantener a sus zánganos, a elegir quien les explote.., si esa es su voluntad. Y a fe que la ejercita.
Se vive a la espera de la subvención, no en la exigencia de un puesto de trabajo, del derecho a vivir dignamente.
Y mientras, las divisiones a veces inciertas de izquierda i derecha, de banderas, azules, amarillas, rojas o negras, de partidos, crean el marco de intereses adecuados, las estrategias de dispersión, las coartadas para unos y otros, que perpetúan el actual estado de cosas.
Después viene el espectáculo, los espectáculos, el pan y circo de todo los mundos desde la Grecia antigua, quizás antes, hasta la modernidad. Enormes concentraciones humanas, de miles, de millones de personas que se movilizan por lo simple, lo banal, lo prescindible, pero raramente por lo esencial, lo justo, lo necesario, lo conveniente para los pueblos y las personas.
Democráticamente se justifica, el pueblo tiene derecho a la dejación de sus deberes, a la vulneración de sus derechos, a mantener a sus zánganos, a elegir quien les explote.., si esa es su voluntad. Y a fe que la ejercita.