viernes, 5 de octubre de 2007

Fermín Salvochea

Se cumplen cien años de su muerte y algunos como el IES Francisco Pacheco de Sanlucas de Barrameda lo recuerdan. En Cádiz el Sindicato de Oficios Varios de la CNT lo reivindica, pero la sociedad y especialmente las izquierdas, deberían tenerlo presente.
Su vida pública transcurrió en unos años especialmente agitados de la historia contemporánea española. Los que van desde la caída de Isabel II hasta el comienzo del siglo XX, en vísperas del nacimiento del sindicalismo moderno. Las décadas durante las que fracasó la configuración moderna del Estado español con la caída de la I República y se consolidó una monarquía reaccionaria que no resolvió los numerosos problemas existentes, como la propia configuración territorial del Estado y la consideración de la cuestión social como algo más que un problema de orden público.
El protagonismo de Salvochea en ese tiempo es innegable como destacado participante de los sucesos cantonales del verano de 1873, o como referente del asociacionismo obrero en su lucha por su propia existencia. Fermín Salvochea transitó del republicanismo federal al socialismo libertario. En febrero de 1886 publica el periódico bimensual El Socialismo, recien salido de la prisión por su participación en la Comuna de Cadiz. Librepensador irreligioso en la sociedad de su tiempo, dominada por la espada el crucifijo y la sotana, afirmaba que su religión era practicar el bien. Que frente a las patrias de campanario, y el patrioterismo tan al uso, el internacionalismo, el mundo y la humanidad es la patria de las personas. Que el antimilitarismo no es sólo la oposición a la contribución obligatoria de sangre, sino a la existencia de cualquier tipo de ejército.
Para Salvochea el capitalismo no es muy diferente de una sociedad caníbal, el capitalista devora al trabajador como el caníbal a su semejante, una de sus frases resume el desprecio que le merecían al afirmar que si se mirasen al microscopio las joyas que lucía la burguesía, se verían que en ellas estaban los glóbulos rojos que faltaban de la sangre de los trabajadores. Fermín Salvochea es uno de los principales propagadores de la convocatoria del 1º de mayo y la reivindicación de las ocho horas y defendía la socialización tanto de los medios de producción como de los productos.
El activismo y la propagación de su pensamiento le hicieron peligroso para los poderes públicos en manos reaccionarias, padeció cinco procesos y una condena a doce años de prisión. Consideraba que la acción debía trascender al individuo. Así, su vida fue una apología de la ejemplaridad del hecho. La ética del revolucionario era tan o más importante que la definición del modelo de sociedad que pretende crear.
Nada pudo romper la voluntad ni las convicciones de quien, todavía vivo, había comenzado a ser un mito. Si 5.000 gaditanos acudieron a recibirle en abril de 1899 tras ser amnistiado, más de 50.000 asistieron a su entierro.
Después de su muerte unos y otros hicieron suya su figura. Los republicanos especialmente el escritor Vicente Blasco Ibáñez, forjaron la imagen del Salvochea apóstol, del santo laico. El ácrata Pedro Vallina lo mostró como un héroe moderno que luchaba por la causa del pueblo, denunciaba la perversidad de la propiedad, el simulacro de la justicia burguesa, las virtudes del comunismo igualitario y la necesidad de la igualdad económica para establecer la fraternidad entre los hombres.
Los socialistas destacaron sus cualidades y su labor en la alcaldía. Otros su figura de hombre bueno, que por ejemplo, pese a sus convicciones acompañaba a su madre a la puerta de la iglesia. Hay quien hace hincapié actualmente en su federalismo.., también llegó la banalización de su figura y los ideales que defendia. Salvochea pensaba que la utopía era posible y sabía que los enemigos de cualquier avance social, los de entonces y los que vinieran después de su muerte, no dejarían de atacarle y llamarle iluso.
Pero hoy, la mayoría de los temas centrales de su pensamiento y acción siguen estando vigentes. Cuestiones como el internacionalismo, la religión, el antimilitarismo, las reivindicaciones laborales, las relaciones personales ¿quién puede dudar de su vigencia en unos momentos en los que la desigualdad y la expoliación avanzan y apenas se mantiene la capacidad defensiva de los asalariados, los explotados de siempre?.
Salvochea se negó a escribir sus memorias. Su discípulo Pedro Vallina que lo intentó, perdió todo el material que había recopilado en 1939, tras la victoria de los militares y golpistas de julio de 1936. Después vino el silencio de los cementerios durante la dictadura, al que sucedió el olvido y la discreción durante décadas de democracia.
El revolucionario Salvochea es una figura sobresaliente del pensamiento contemporáneo, que merece que se le conozca y se recuerde, especialmente por las izquierdas, en algo más que dar nombre a una calle o a una biblioteca.