miércoles, 21 de noviembre de 2007

20-N. A cada puerco le llega su San Martín

Desde el pasado mes de julio, raro ha sido el día en que alguno de los principales periódicos no ha publicado alguna esquela que rezara "murió por Dios y por España víctima de las hordas marxistas". Curiosamente raramente sale alguna de los fusilados, muertos a palizas, de hambre o en la cárcel, de los llamados “rojos”, personas que defendieron la legalidad constitucional republicana, frente a un ejército faccioso y unos generales traidores a su juramento y su patria.
Franco que falleció el 20 de noviembre de 1975 es recordado en la esquela del diario El Mundo colocada hace unos días, “Murió cristianamente y al servicio de la patria”. Mentira. Ni murió cristianamente según los evangelios, ni vivió con ellos, fue un dictador y tirano ávido de sangre, además de una persona mediocre que sufría el despecho de haber sido rechazado por la masonería...
"Españoles... Franco ha muerto". Parecía que no lo haría nunca. Más de tres décadas después el 20-N es motivo de homenaje para muchos seguidores nostálgicos, algunos seguramente con las manos manchadas de sangre, o practicantes activos de la represión organizada del régimen.
El cirujano Juan Abarca, testigo de los últimos días de la vida de Francisco Franco, asegura en su autobiografía, que el general no habría muerto si hubiese sido operado correctamente y sostiene que fue víctima de un error quirúrgico.
En el capítulo titulado "Mi verdad sobre la muerte de Franco", Abarca, consejero delegado del Grupo Hospital de Madrid (HM), hace una revelación desconocida en otras biografías del dictador que podría haber cambiado el curso de la historia de España. El doctor señala que Manuel Hidalgo Huerta, que operó a Franco tras sufrir una gastritis hemorrágica, optó por "resecar nada más que una parte del estómago, aproximadamente un 30 por ciento", cuando lo correcto, dados los conocimientos y tratamientos existentes, hubiera sido una "resección total" o extirpación.
El error que conllevó la muerte del dictador fue que los médicos no repararon, que en la intervención realizada en El Pardo, Franco "padecía ya, tal vez por los días que llevaba con la perforación", una "gastritis hemorrágica que, según el nivel de conocimientos científicos que se aplicaban entonces, debía haber conducido a una resección total del estómago".
El destino hace estos guiños que cambian la historia. Al equipo médico, presunto responsable de ese error, el pueblo español le ha de estar inmensamente agradecido, al contribuir a que extinguiera su vida la mala bestia. El no alegrarse de las desgracias ajenas, no debe contar con Franco y su banda de asesinos. Ningún español honesto y demócrata pudo apenarse con su muerte. Los miembros de la España negra si lo lloraban, y aún lo recuerdan e intentan la vuelta atrás, cada vez de manera más abierta y atrevida. Tienen mucho que agradecerle.
La izquierda no debería perder de vista la marea revisionista, y la reorganización del fascismo sembrado en la plataforma social de los 9 millones de votos del PP y sobre la base de las nuevas generaciones fascinadas con su fraseología radical, iconos y símbolos...
Las izquierdas no tienen organización solo maquinarias electorales, y su fuerza se sustenta en el mantenimiento y uso social del sistema; pero la democracia es sólo una fórmula no un sistema en si misma. Si la democracia no avanza, retrocede.
El rechazo del pueblo cada vez más amplio, a involucrarse en la gestión de sus destinos, es un síntoma claro de que la democracia retrocede. Y retrocede porque las izquierdas, más que trabajar sobre convicciones y valores de su imaginario social, se reparte cargos. Más que dar pautas a la ciudadanía, la defraudan.
Menos frases y más creer en ellas. Más hechos y menos palabras. Más organización y menos enchufismo. Eso es lo que la situación demanda. Las derechas hace tiempo que aprendieron lo que les conviene.