Quizás debería haber felicitado las fiestas y el nuevo año. Decidí no hacerlo, al menos esta vez, no por lo discutible de su sentido más o menos religioso, tampoco por aquello de no caer en los tópicos del consumismo, y lo que en el argot de la vieja izquierda se dice, de “no hacerle el juego al capitalismo”.
Un blog no puede ser el “mi diario” de adolescencia, de quienes no tenían problemas con el mañana, porque su situación social y económica estaba asegurada, claro que el arco iris esta lleno de colores y visiones diferentes..
El caso es que las fiestas navideñas, más que cualquier otras, dan la oportunidad para encontrarse con el entorno más cercano, el familiar, los amigos, pero también se convierte, en determinadas etapas de la vida, en un repaso de quienes están y los que se fueron. Que se hace doloroso. Se valoran cercanías, recorridos, trayectoria, entre compromisos, cava y comidas. En mi caso como el de muchas otras personas también.Luego está el punto de perversión. Durante unos días parece que las cosas pudieran ser diferentes, quizás porque desde el descanso del trabajo y con el pensamiento en la fiesta, todo se puede hacer más amable, pero no. En la normalidad todo sigue como siempre, o peor. No hay bondades.
De las frase aceptables que a lo largo de los años he escuchado, en estas fechas, una de las que más comparto es aquella de paz para todos, especialmente a las personas de buena voluntad, en eso creo estamos muchos, que al margen de navidades o fiestas de guardar, como se decía antes, ponemos el grano de arena diariamente.